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Violencia de género en el Paro Nacional.

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En muertes

Por: Faisuly Castro 11-B Comunicación

En este preciso momento, en pleno 2021, toda la juventud colombiana está viviendo uno de los eventos históricos más importantes del país. Siendo fieles testigos de lo que en un futuro las nuevas generaciones tendrán que estudiar en clases de historia y ciencias sociales. Aunque personas de todas las edades se han levantado en esta lucha, hemos sido los jóvenes quienes nos convertimos en los protagonistas; nosotros somos quienes de un momento a otro hemos asumido una responsabilidad tan grande como lo es tratar de mejorar y darle un giro completo al país, todo esto bajo el marco del Paro Nacional.

 

Las calles colombianas se han vuelto el escenario de múltiples protestas, desmanes y enfrentamientos de jóvenes encapuchados, mal llamados vándalos, contra el Escuadrón Móvil Antidisturbios ESMAD, contra la policía e incluso en algunas ciudades contra el propio ejército nacional

Esta serie de eventos detonados por una reforma tributaria que planeaba hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, ha sacado a la luz el descontento de todo el país; el desagrado, el sinsabor que miles de actos corruptos y de lesa humanidad han dejado en los colombianos desde hace ya más de 50 años bajo un gobierno que se ha ganado el nombre de Narcoestado.

Fotos tomadas del registro  digital en el marco del Paro Nacional.

Lamentablemente no podemos decir que este despertar del país, ha transcurrido sin dejar pérdidas millonarias en la sociedad y no hablo de pérdidas monetarias como lo son la destrucción de monumentos, peajes, transporte público o una pared rayada; hablo de las muertes y agresiones de miles de personas que luchaban por el sueño de por fin cambiar el país.

“Una vida vale más que una pared rayada” es una de las tantas frases que se han surgido en este periodo para tratar de concientizar a esa parte de la sociedad indolente y sin empatía que, desde una nube de privilegios o venda en los ojos, dicen sentir y afirmar que los “vándalos” están acabando con el país, apoyando y celebrando los actos violentos de los policías y el ESMAD sin darse cuenta de que los verdaderos vándalos son los dichosos cuellos blanco que se reparten el poder cual golosinas.

Lamentablemente, el ESMAD ha cobrado la vida de muchas personas en el marco del paro nacional, dejando víctimas hasta de violencia de género: violaciones, feminicidios, acoso, discriminación y humillación para las mujeres colombianas.

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El caso más conocido de violencia de género es el de Allison Salazar, joven de 17 años de la ciudad de Popayán que se suicidó tras ser víctima de agresión sexual por parte de miembros del ESMAD. A través de las redes sociales, se difundió un video en el que se muestra el momento en el que cuatro uniformados realizan la captura de la joven, quien se encontraba grabando las protestas en las calles de Popayán. En medio de la detención la menor de edad manifestó que le estaban quitando el pantalón y reprochó el hecho de que cuatro hombres estuvieran aprehendiendo a una mujer. El general Ricardo Alarcón, comandante de la Policía de la región, afirmó que se trata de una "noticia falsa", pues, según indicó, los uniformados únicamente habrían tenido un forcejeo con una persona exaltada, negando que se tratara de una violación por parte de agentes del ESMAD. Con este caso los medios de comunicación más reconocidos y con más fuerza en el país, se llenaron con titulares donde trataban el caso de la joven Allison como un “presunto caso de agresión sexual” queriendo restarle importancia y magnitud a lo que sufrió tanto Allison como su familia, y tratando de hacer ver menos el tan asqueroso acto en manos de quienes deben "protegernos".

La joven amaneció muerta la mañana del jueves 13 de mayo, tras dejar una serie de publicaciones en línea reprochando todo lo que le habían hecho. También manifestó que jamás había tirado una piedra y que ni siquiera estaba involucrada con los manifestantes ya que solo se dirigía a casa de un amigo, pero decidió detenerse a grabar. Allison relató que su único movimiento fue tratar de esconderse tras un muro, pero que los agentes al verla con celular en mano decidieron no solo arremeter contra ella sino ultrajarla sexual y moralmente.

Genera demasiada tristeza e impotencia oír a personas que consideran que, al tratarse de un suicidio y no un homicidio, el ESMAD no es culpable de su muerte, pues, “no fueron ellos quienes la mataron”. Me gustaría verlos a los ojos y preguntarles qué harían ellos, qué pensarían si aquella joven violentada fuese su hija, hermana, sobrina, nieta o amiga… ¿seguirían creyendo que no fueron ellos quienes la mataron? ¿Acaso el no haberles reventado la cabeza a los balazos, los hace menos culpables? ¿De verdad creen que existe justificación para ese acto tan deplorable? En mi mente no cabe la idea de que tener un celular en mano, es una invitación a violentarme. Ni siquiera una piedra o bomba molotov debería considerase razón suficiente para que se me agreda sexualmente. Como joven, como mujer y como colombiana puedo asegurar que las supuestas entidades que deberían protegerme son aquellas a las que más le temo. ¿Acaso no fue en esta ciudad donde 4 uniformados violaron a una niña de 13 años en un CAI? Esto no es algo del momento, sucedió en el 2010, la niña solo fue a pedir un baño prestado y la abusaron sexualmente. Solo 12 años se le imputó al subintendente Miller Fabián Díaz y a los patrulleros Fabio Enrique Naranjo, Daniel Sandoval Castillo y Diego Alejandro Ortiz, por haber violado a un NIÑA. ¿Cómo debería sentirme segura acudiendo a pedir auxilio a un lugar donde no es seguro salir sin un trauma o agresión?

Colombia es un país poco seguro para ser mujer ya que de una u otra manera el Estado logra proteger a los abusadores y feminicidas. Perpetuando un sistema misógino y machista que denigra a la mujer, siendo ésta una de las razones por las cuales miles de mujeres colombianas luchamos y nos manifestamos. Por esto mismo es que no hay que restarle importancia al abuso sexual al que están expuestas las mujeres que pertenecen a la policía, ejército o ESMAD.

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Teniendo esto en cuenta colectivos feministas del país se indignaron y rechazaron totalmente los actos de hombres manifestantes que fueron agresores de una patrullera en la ciudad de Cali.

“Me sostenía de todo lado. Me sostuve del marco de la puerta, pero fue inútil, eran muchos. Me tumbaron al piso al lado derecho del CAI y, sin piedad, me empezaron a golpear e insultar. Uno de ellos se me sube encima y me despoja de mi uniforme, me empezó a tocar todo el cuerpo y empezó a golpearme. Me empezó a besar y tocarme las partes íntimas”, relató la patrullera con voz quebrantada. “Pero yo seguí en pie, suplicaba por mi vida y les decía que no me hicieran nada, que se llevaran todo y que, por favor, ya no más”, indicó.

La mujer mencionó que, tras unos minutos de abuso, logró escapar del lugar y el conductor de un vehículo que transitaba por la vía la ayudó. “Fueron los minutos más largos y amargos de mi vida”.

Si bien el descontento y desagrado con la fuerza públicas es algo totalmente común entre los manifestantes y personas que apoyamos el paro, no se justifica en ningún caso la agresión sexual de una mujer o persona, sin importan a que institución pertenezca. Porque, aunque no lo parezca, este es un tema que va más allá de la solidaridad entre mujeres o el repudio a hacia las que actúan como opresoras de otras. El abuso sexual es algo que históricamente se ha utilizado en los enfrentamientos como formar humillar y de mostrar poder al otro bando. Por esta razón feministas señalaron estar en contra de cualquier acto de violencia sexual hacia cualquier mujer, independientemente de su oficio, ya que es una manera de perpetuar una práctica que nos ha afectado como mujeres históricamente.

La otra cara de esta moneda es manera en la cual los medios de comunicación trataron este caso a comparación del caso de la joven Allison, pues, fue catalogado como una manipulación mediática para generar un rechazo al paro nacional. Esto basado en que, mientras el caso de Alison fue tratado como algo que presuntamente sucedió, el de la mujer patrullera fue mostrado con otros tonos y titulares, como el de la revista Semana “El desgarrador relato de una patrullera que fue abusada sexualmente por vándalos en un CAI” lo cual generó gran revuelo porque se notó un aprovechamiento de la trágica historia de la mujer patrullera con fines amarillistas. Un interés, no por la mujer en cuestión, sino por mostrar a los manifestantes como monstruos destructores y al ESMAD agentes víctimas de un simple malentendido.

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Sin duda la situación del país es miserable en todos los aspectos. Considero que estamos como estamos por la manera en la que nos maneja y nos hemos dejado manejar siempre, con miedo. El miedo mueve masas y las grandes familias corruptas del país lo saben, las instituciones públicas lo saben, los bancos los saben; aprendieron que el colombiano asustado hace lo que le digan que es correcto, sin detenerse a pensar si es así o no. Por eso es que la violencia de género desde años milenarios ha sido la forma de reprimirnos, el miedo a ser víctimas nos consumió totalmente, tanto que no nos dimos cuenta que tener miedo nos hacía más víctimas de lo que ya éramos y somos.

Linda Cabrera,  directora de la organización feminista Sisma Mujer, señala que el objetivo de la violencia de género es infundir miedo entre las mujeres para disuadirlas de protestar. Se han dado al menos 113 casos de violencia de género, según la Defensoría del Pueblo, la agencia oficial del gobierno que se encarga de velar por la protección de los derechos humanos y civiles de los ciudadanos. Pero muchas mujeres no se han desanimado. Dicen que, por el contrario, la violencia les ha dado mayor determinación para jugar un papel vital en las manifestaciones.

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El informe de la Defensoría del Pueblo, sumado a la fuerza y resistencia que muestran las mujeres colombianas solo me lleva pensar que todas y todos vivimos porque, de una u otra forma, resistimos. La pasión, la furia con la que nos estamos moviendo ahora es muestra clara de que las amenazas a las que nos han sometido durante toda la historia, no lograran pararnos. Porque amenazas en contra de las manifestantes no faltan, abuso verbal en nuestra contra sobra y aún así seguimos en pie de lucha.

Los relatos de mujeres en el marco del paro nacional son desgarradores y muy conmovedores, pues nos demuestran que por decidir hacer valer nuestros derechos somos blanco de todo tipo de violencia.

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"Nos empezaron a llamar, perras, putas, rameras", relata Karla Cardoso del abuso que los agentes de la policía le propinaron a ella y a otras mujeres durante las protestas en Medellín, el 20 de mayo. "Nos preguntaron qué hacíamos afuera de noche, amenazándonos con matarnos".

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"Tenía un arma de perdigones y me la estaba apuntando de cerca. Le dije que lo hiciera", dijo desafiante. "Sólo quería asustarme".

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"Un grupo de unos ocho policías me rodeó". "Uno de ellos dijo: 'esta es una buena para violar'

Todos desearíamos que se quedaran en solo amenazas, pero no, lamentablemente en tan solo 2 meses de paro se sumaron a los miles de casos, que se registran comúnmente al año, 28 mujeres que fueron abusadas sexualmente por la fuerza pública. Las cifras podrían ser mucho más elevadas, ya que solo se cuentan los casos registrados y la impunidad en casos de violencia sexual es de más del 90% en Colombia, debido a la intimidación y amenazas recibidas por parte de la policía y el miedo a las represalias.

Realmente como mujeres no contamos con un verdadero apoyo del Estado en este país. Desde siempre hemos tenido que pelear, luchar, hacer ruido para “ganarnos” cosas que por naturaleza nos pertenecen. El apoyo mutuo entre nosotras hará que podamos cambiar un mundo que nos ha tenido en lo más bajo sociedad por ser, dizque, inferiores.

Estamos en la era del cambio y la decisión de no dejarnos intimidar por un sistema altamente patriarcal está totalmente tomada.

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