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La reja roja

Autor: Martín Patiño 11-A Comunicación 

Desperté en medio de la cancha sintética de fútbol del colegio, ya era de noche; no sé por qué estaba en ese lugar; no recordaba nada. Aunque lo intente por un tiempo todo fue inútil, estaba solo y no recordaba nada. Entonces decidí salir de ahí y regresar a casa a dormir porque por una extraña razón estaba muy cansado.  

Cuando me dirigía a la puerta me percaté de algo muy extraño… todas las rejas del colegio eran de color rojo, no sabía por qué, estaba seguro que eran grises y alguna que otra de color azul, me pareció muy extraño, no recordaba que las hubieran pintado, supuse que así había sucedido. Atravesé el portón para dirigirme a la cancha de baloncesto donde podría salir del departamento de educación física y así poder ir a mi casa.

Pero en vez de llegar a la cancha de baloncesto me encontré en medio de un edificio del colegio donde recordaba que me habían dictado unas clases de electricidad, no sé qué sucedió es como si el mundo hubiera cambiado de repente. Estaba en un pasillo largo con poca iluminación, las paredes eran de color gris con algunas partes azul y el suelo tenía las tabletas viejas color terracota que se encontraban en todo el colegio.

Miré de derecha a izquierda y pude notar una puerta al final del pasillo, así que caminé con mucho cuidado mientras pensaba en por qué había sucedido todo;  me pellizque un brazo para regresar a la realidad, pero eso fue inútil nada cambió, solo sentí el dolor; en ese instante mi mente creó miles de películas de fantasmas y demonios; mi corazón empezó a latir con mayor velocidad, me faltaba el aire, y mis piernas empezaron a temblar.

A mi cabeza llegaron un montón de preguntas, ¿acaso estaba en el infierno? ¿por qué estaba en aquel lugar? De alguna manera controlé mis piernas, respiré hondo y tomé la decisión de buscar la manera de salir de ahí. Empecé a caminar y al llegar al final me encontré con la puerta que también por algún motivo era de color rojo, estaba seguro que si atravesaba esa puerta llegaría al patio principal, así que pasé por ella sin pensar mucho, ya quería salir de ese lugar no me gustaba para nada. Pero de nuevo las cosas cambiaron, aparecí en un salón con una tarima en su interior, decidí regresar, pero estaba cerrado, así que la empuje y golpeé, pero nada funcionó, no la pude abrir.

En medio de aquel salón de clase había una silla color café la inspeccioné con mucho cuidado, pero no tenía nada raro.  Subí a la tarima y pude ver todo el salón desde arriba, pero no encontré nada que me ayudara a escapar de aquel lugar. Me acerqué a las ventanas del salón, pero desde ahí solo podía ver una parte del colegio totalmente de noche.

Me sentía en una celda de la cual nadie podía salvarme. Sentí un dolor en la cabeza y me senté en la silla  para no desmayarme. En ese momento empezaron a sonar aplausos, no sabían de donde provenían, pero eran demasiados; miré hacia todas las direcciones, pero no vi a nadie; de repente la tarima se ilumino y apareció una mujer con el uniforme de colegio, tenía el pelo desordenado y la cabeza agachada. Intenté hablar con ella, pero no respondió a ninguna de mis preguntas parecía que no las escuchaba. Entonces, levantó la cabeza y puede ver su rostro, era algo terrorífico lo peor que he visto en mi vida, sus ojos no tenían pupila, su boca mostraba unos dientes partidos y otros limados de manera puntiaguda que daban la sensación de agujas, mientras sostenía una sonrisa de oreja a oreja.

Me paralicé no podía levantarme de esa silla, no podía mover ni un músculo ni musitar palabra alguna. Mientras buscaba la manera de librarme empecé a escuchar su voz, estaba entonando un canto que me puso a temblar: – libertad, libertad, la muerte me salvara- mientras pasaba sus manos alrededor de su cuello, súbitamente con sus uñas empezó a hacerse daño, la sangre empezó a brotar de su pecho, todo esto sin dejar de cantar y de sonreí. Unos segundos después se detuvo y me miró directamente, sentí un vacío gigante en mi estómago que casi me dan ganas de vomitar.

Empezó acercarse lentamente al borde del escenario, colocó sus brazos en forma de espantapájaros y en un parpadeo apareció frente a mi cara. Pude ver cada detalle de su rosto, las heridas que tenía y  hasta olfatear el olor putrefacto de su aliento. Se acercó a mis oídos y en una voz de niña pequeña pronunció la palabra “pronto”.

Entonces, desperté me encontraba en mi cama ya era hora de ir al colegio, así que me levanté y mientras me bañaba pensaba en aquel sueño, no lo podía olvidar ni un segundo. Llegó la hora de marcharme y mi padre decidió que me llevaría. Cuando estábamos a punto de llegar al colegio, pude ver a lo lejos que las rejas de la institución eran de color rojo. Sentí que mi corazón se detenía. En mi afán de buscar alguna respuesta al cambio le pregunté a mi padre ¿cuándo habían pintado las rejas del colegio? y con cara de asombro me respondió- Esas rejas tan grandes y poderosas siempre han sido de ese color.

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calabaza de Halloween
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